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MARIANA BRISKI  
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paliculas, cine, teatro
julii vaz el 31-03-2009, 23:23 (UTC)
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trabajo en chiquititas, en cha cha cha, pone franchela.

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entrevista a para ti
julii vaz el 31-03-2009, 23:05 (UTC)
 Podrían integrar la glamorosa colección de una diva de Hollywood. Los hay de piel, de jean, de colores pastel o estridentes y hasta reversibles. Sin embargo, estos simpáticos accesorios de la moda son mucho más que simples caprichos de estrella. Los más de 30 sombreros que Mariana Briski tiene en su placard son un recurso para preservar su cabeza calva. Una manera de resguardar la femineidad que el cáncer de mama –detectado en octubre del año pasado– también intentó robarle.

Por primera vez la actriz de 39 años, casada y con un hijo de 4 –Pedro– se sienta a hablar y reflexionar sobre su enfermedad. Lo hace serena, con energía y sin perder el humor que es parte fundamental de su personalidad. “Soy actriz, soy mamá, soy esposa y también soy paciente oncológica –anuncia–. No obstante, siento que este es sólo un momento de mi vida. Con esto no quiero negar que tuve cáncer sino transmitir que mi filosofía de vida es pensar que todos estamos enfermos, sólo que en la mayoría estas enfermedades están latentes. Abrir la compuerta para que aparezcan puede responder a diversas razones: un pico de estrés, algo emocional o genético o bien a una necesidad de aprender”.

–En tu caso, ¿descubriste a qué razones respondió?
–Lo viví como una gran posibilidad de aprender. El cáncer de mama me ayudó a conectarme con todo lo que me pasa y a entender que uno no es tan omnipotente como cree. También entendí que no se puede controlar todo ni tampoco buscarle tantas explicaciones. Ocurrió y punto. Además, el cáncer me permitió conocer gente maravillosa. Ojo, también soy una convencida de que el costo por aprender a ser realmente feliz no tiene que ser tan alto. Yo lo tomo como una oportunidad. Pero lo ideal, claro, es no enfermarse.

–¿Cuál es el estado actual de tu enfermedad?
–¡¿Cuál de todas?! (risas) Del cáncer de mama estoy muy bien. Hace dos semanas me hice los estudios y podría decirse que soy una persona sana. Ahora estoy tomando la pastilla de tamoxifeno y tengo que volver a hacerme los exámenes en seis meses.

–¿Cómo recordás el día que te diagnosticaron el cáncer?
–Fue gracias a una mamografía de rutina. Yo soy bastante obsesiva de la salud, muy disciplinada. Y si bien había antecedentes de cáncer de mama en mi familia –mi abuela tuvo pero se curó y luego murió de viejita– nunca pensé en la posibilidad de tenerlo yo. Hice todos los deberes y, si bien lo agarramos a tiempo, fue muy duro. Hizo falta practicar dos cirugías, quimioterapia y rayos para poder derrotarlo.

–¿Qué fue lo primero que pasó por tu mente cuando escuchaste de boca del médico la palabra “cáncer”?
–Lo primero que pensé fue “cáncer igual muerte”. Me agarró un dolor enorme y mucha desesperación. Fundamentalmente porque era algo desconocido para mí y no sabía de qué manera enfrentarlo. Después comencé a investigar sobre el tema y me puse más creativa. Además de seguir al pie de la letra lo que decían mis médicos hice muchas cosas de medicina naturista. Ojo, esto me sirvió a mí, no quiere decir que a todo el mundo le haga bien. Yo quiero ser muy respetuosa con otras personas que estén pasando por un problema similar. No quiero generar falsas esperanzas. El camino para que una enfermedad como el cáncer no sea tan difícil es absolutamente personal. No hay recetas mágicas.

–¿Era la primera vez que te acercabas a este tipo de medicina alternativa?
–Para nada, siempre tuve una filosofía bastante naturista. Por lo general no como carne y desde antes del cáncer me atendía con un médico homeopático. El me contactó con un médico antroposófico (N. de R.: la antroposofía aplicada a la medicina propone una “ampliación del arte de curar” e implica una visión integral del hombre, más allá de los hechos y fenómenos científicos). También hice reiki, meditación, retomé yoga y natación y me conecté con la medicina china.

–No dejaste nada sin hacer...
–Creo que uno se acerca a lo que lo identifica. Yo toda mi vida me manejé así, con terapias alternativas. Como también lo hice con el humor. Para mí la comicidad es un acercamiento a lo trágico. He sostenido situaciones muy difíciles de mi vida con humor. Pero no se trata de una desconexión sino de una mirada diferente.

La enfermedad más temida

No hay dudas de que la mirada de Mariana es completamente personal. Apenas llega a la entrevista bromea con el grosor de sus cejas, que hace poco le volvieron a crecer. También con la posibilidad de operarse las lolas a fin de año ya que las cirugías modificaron sus formas. “Yo soy de las que decía: ‘cirugías ni loca’. Ahora no veo la hora de hacerlo: ¡quiero usar remeras sin corpiño!”, exclama y se ríe. Mariana hace muchos chistes relacionados con “su problema”, pero también reconoce que tuvo que redescubrirse como mujer: “siempre me divertí con mi cuerpo, con la enfermedad seguí haciéndolo y busqué distintas maneras de verme bien”.

Aprendió a maquillarse y a vestirse de manera distinta y hasta encontró que existía una gran diversidad de gorros y sombreros con los cuales podía verse realmente linda. “Siempre me gustó usar gorros, sombreros y pañuelos en la cabeza. Cuando se me cayó el pelo los adopté no sólo para verme mejor yo sino para facilitar la mirada del otro. Entendí que la enfermedad puede provocar en la gente emociones muy fuertes. El rollo que existe en el imaginario social con respecto a la palabra cáncer es todavía muy negativo. Para mí, insisto, es una etapa de mi vida que ya estoy superando”.

–¿Parte de esa superación incluye contarla con un grabador de por medio?
–Pensé mucho antes de decidirme a hablar con un medio. Pero ahora estoy más tranquila y, si bien no pretendo ser ejemplo de nada, a lo mejor a alguien le sirve mi experiencia. Además, siempre hablé de mí, de mi carrera, de mi maternidad. Hoy me toca hablar de mi tratamiento oncológico. Y es una cosa más en mi vida. Espero estar muy pronto hablando de mi nuevo proyecto laboral.

–¿Cómo le contaste a tu hijo que estabas enferma?
–Le dije la verdad. Me parece que cuando uno sabe lo que sucede puede transitar el dolor de una mejor manera. A Pedro lo senté y con palabras para un nene de su edad le conté que tenía algo en la teta y que me lo tenían que sacar. El enseguida me preguntó si a él le pasaría lo mismo. Le dije que no y también le expliqué lo del pelo. Por suerte justo había en casa un muñequito al que se le podía sacar y poner el pelo y eso ayudó.

–¿Pediste ayuda a profesionales para hablar con él?
–Claro, tuve profesionales que me ayudaron en todos los rubros de mi vida: para la pareja, para la familia, para todo. Creo que Pedro lo tomó bastante bien. Es más, él va a un taller de arte y hace poco me regaló una escultura que era yo, con sombrero y todo. Me dijo: –Para que no te olvides de que usás sombrero. (Mariana se muestra visiblemente emocionada por primera vez).

–¿Cómo estás organizando el “operativo retorno” al trabajo tras el tratamiento?
–Hace pocas semanas volví de unas largas vacaciones. Sentía una gran necesidad de estar en familia. Así que agarramos la camioneta y nos propusimos recorrer la Argentina. Estuvimos en Misiones, Chaco, Santiago del Estero y terminamos en Córdoba, provincia en la que nací. Me gusta mucho estar arriba del auto, el movimiento, los paisajes... Nos hizo muy bien a todos.

–¿A quiénes reconocés como tus principales pilares en todo este tiempo?
–Hernán… (Ventura, su marido) –al mencionarlo vuelve a emocionarse, y esta vez los ojos se le llenan de lágrimas– y también mi hermana. Ellos fueron los que más cerca de mí estuvieron. Además, tuve el apoyo de mis padres para los que fue muy duro enfrentar que su hija tenía cáncer, mis amigos, mis compañeros de trabajo… También me di tiempo para estar a solas con la enfermedad. Es muy bueno conectarse con eso.

–A la distancia, ¿qué momentos recordás como los más difíciles?
–Enfrentar las limitaciones que te impone la enfermedad. A veces la quimioterapia te hace sentir muy mal, es dura, muy dura. Te cambia el cuerpo, te quedás pelada… Pensar que antes de todo esto yo le había dicho a Hernán que fantaseaba con cortarme el pelo bien corto, con pelarme… Increíble. Hoy festejo cada nuevo pelo que me veo en el cuerpo. Realmente, cada instante es una verdadera celebración.

 

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